Se evidencia en la estructura del firmamento el final de una etapa común. El Sol y la Luna en el signo tropical de Piscis, y junto a ellos el regente de ese signo, Neptuno, adentrándose en la inmensidad de un firmamento obscuro, silencioso, inabarcable…, se deleitan en el susurro del silencio, en la claridad que aporta escuchar el sonido de la entrega al abrazo de la nada, a la epifanía de sentirse Uno con su propio creador. Como un útero Kósmico, recogiendo la memoria de todas y cada una de las experiencias “respiradas” por lo que no son quizás sino partes/pensamiento de su propia luminosidad, acogiendo en su inconmensurable vientre el latido de todos y cada uno de sus seres. En ese espacio…, en donde únicamente se escucha el sonido de la ecuanimidad, nos encontraremos todos, en algún instante, sondeando atentos el diálogo que se desarrolle…en ese interior tan íntimo, tan nuestro y a la vez tan de toda la humanidad.
El día 20 de Febrero, dos días después de la Lunación…, día en donde tanto el inconsciente colectivo como el personal “siembran”, con sus pensamientos, con sus actos…, la simiente de lo que se desarrollará a lo largo de la lunación…, Venus y Marte entrarán en el signo de Aries, iniciándose así, de nuevo, una etapa en donde, a través de esa danza sublime que se desarrolla entre las almas, a través de promesas repetidas como amaneceres orquestados por una sublime y ciega voluntad…, volver a poner la mirada suplicante en lo que no se tarda en descubrir… que no es más que un frenesí.
Y es que…, no hay un otro a quien salvar, ni ningún otro con quien tenga uno que comprometerse. No hay nadie afuera a quien acoger, ni nadie, salvo uno mismo, de quien compadecerse.
Toc...Toc…, llamó de nuevo el amante.
Quién es? Contestó la amada.
Soy TÚ… contestó el varón. Y la puerta, por fin, se abrió.
Feliz viaje de regreso, estrellas.
Eliseo Gallardo Gómez